sábado, 18 de agosto de 2018

La "revolución de las sonrisas" es la sonrisa del fascismo.


Sin conocer al enemigo, por la ingenuidad de llevar tantos años con la poltrona tranquila por no suponer peligro alguno para el régimen, los políticos independentistas creían que el Estado español no sería capaz de ejercer una represión tan bestia. Además, esperaban que la UE acudiría en su rescate en caso de ser así, de lo contrario no hubieran desobedecido ni para hacer el referéndum. Aunque este, principalmente fue posible por la gran presión popular. Por todo esto, vendieron la posibilidad de una “revolución de las sonrisas” que no ha sido más que sonrisas para los fascistas y lágrimas para el independentismo. Si ya es el colmo que no supieran de qué es capaz el Estado que sostuvieron durante décadas apoyando su brutal represión torturando e ilegalizando organizaciones democráticas, aún más insultante fue que vendieran que se pueden hacer revoluciones sólo con sonrisas y cuatro manifestaciones festivas. Así, aprovechándose también de la ignorancia de sus votantes que los tenían como mesías (y tienen aún muchos) prometieron que el referéndum sería vinculante sabiendo que no estaban dispuestos a lo necesario para hacer efectiva la república.

Pese al timo de la “revolución de las sonrisas” también vendido por sectores de la CUP que incluso decían que la policía española no sería capaz de cargar contra el referéndum, los colegios electorales se defendieron ante la brutalidad y el pueblo no huyó frente a la gran violencia policial. Aunque ninguno de los grandes partidos les hubiera preparado para la situación, no se rindieron demostrando que hay muchas personas dispuestas a jugarse el tipo por la república. Tampoco se vaciaron los colegios electorales cuando nos llegó la noticia del anciano al que se daba por muerto tras la paliza policial que le causó un infarto y al que negaron el socorro golpeando a quienes trataban de salvarlo. Eso sí, a los Mossos idolatrados se les permitió en algún colegio electoral que secuestraran las urnas. Aquel día el Estado perdió el control de Catalunya y fracasaron en el intento de frenar un referéndum que contó con una alta participación con rotunda victoria del sí a la independencia. El 1 de Octubre quedará para siempre en la historia como un ejemplo de cómo la organización popular puede vencer al Estado. Ojalá hasta la fecha se hubiera aprendido más de esta experiencia, que al menos sirvió para que millones de personas comprobaran que no hay democracia.

Precisamente por ese ejemplo, es tan triste lo que vino después. Viendo ya de qué es capaz el Estado fascista para violar derechos democráticos, los políticos presos del miedo, retrocedieron. El miedo es comprensible y legítimo, pero no incumplir promesas por este y aferrarse al cargo para continuar cobrando elevados sueldos. El 3 de Octubre las calles volvieron a llenarse aún más que contra la invasión imperialista de Iraq o por el 15M, en movilizaciones acompañadas de una huelga general que por carecer de más combatividad y durar sólo un día, no causó un serio problema al Estado. Los políticos, en vez de aprovechar esas fechas con el pueblo movilizado con ánimos y dispuesto a defender la república, lo calmaron todo y no fue hasta el 27 cuando declararon la independencia para abandonarla minutos después. La CUP, que debería haber opuesto una férrea resistencia a semejante farsa, no llamó a defender la república en las calles ni denunció alto y claro semejante insulto a la voluntad popular. Así, ya con el pueblo desmovilizado y la república suspendida, el reconocimiento internacional bajo el que pretendían basarlo todo como si tuvieran que darnos permiso, aún se desvanecía más.

El “referéndum vinculante” por el que hubo más de 1.000 heridos, un hombre con un ojo mutilado y casi un muerto, pasaba a ser sumisión al 155 e insultante autonomismo. Ni rastro de las estructuras de Estado de las que tanto hablaban para vender la moto sin ruedas y ni siquiera ante los encarcelamientos organizaron una respuesta a la altura. Las manifestaciones silenciosas con velas por su libertad, parecían el entierro de la república. Pero aún peor que su renuncia a la dimisión, fue que justificaran su cobardía diciendo que no llamaban a controlar el territorio para evitar heridos y muertos. Es decir, que para intentar que el resultado del referéndum se respetara no había que correr riesgos, pero para hacer un referéndum sin validez, sí. Lo dicen los mismos que restan importancia a las agresiones fascistas que también han dejado heridos y cabe la posibilidad de que un día, muertos. Por eso es repugnante que se justifiquen diciendo que lo hacen por nuestra seguridad. Aunque fuera cierto, que no lo es por lo citado anteriormente, sería un paternalismo intolerable y no pueden decidir por nosotros lo contrario a la voluntad expresada en el referéndum.

Pero aún peor que todo esto si cabe, es que utilicen a los presos por la organización del referéndum, para evitar las críticas a lo que vino después del referéndum. Es muy grave que recurran siempre al chantaje emocional para que no se les exijan responsabilidades que asumieron, llegando al punto de criminalizar a los CDR por señalar sus mentiras. El problema, y ellos lo saben aprovechándose, es que una parte importante del independentismo aún tiene fe ciega y una gran dependencia de los partidos. Cada vez menos, de ahí que empiecen a ponerse nerviosos, pero mientras les continúen votando no pagan por la estafa. Han fomentado lo que decía el facha director de El País: "Que se centren en los presos y olviden la lucha por la independencia". Pero ni siquiera para liberar a los presos hay una lucha firme, aunque precisamente esta pasaría por conquistar la independencia.

Los partidos sin plan alguno para materializar la república, han logrado que reinen la confusión y el derrotismo. Cuando llevan años vendiendo que todo sería fácil, no han preparado al pueblo para el esfuerzo necesario y así se explica que ni con más de 2 millones de independentistas se haya logrado, al menos, causar serias pérdidas económicas al Estado haciéndole perder el control más días como el 1 de Octubre. La CUP habla mucho de desobediencia pero no concreta la mayoría de veces ni tiene plan alguno para hacerla efectiva, han ido a la zaga de ERC  y PdeCat, siendo cómplices del autonomismo, prestándoles ayuda a cambio de asesinar la lucha.

Se acerca el aniversario del referéndum y a muchos les interesa reducirlo a folklore como si fuera otra consulta como la del 9N de 2014, omitiendo que no se respetó la clara victoria como se prometió. Pretenden cargar todas las culpas al Estado español, pero no ha sido el Estado quien prometió una república: fueron los partidos independentistas. “Qué tiempos tan terribles en los que hay que recordar lo evidente”, que diría Bertolt Brecht. Aquel día el régimen perdió, pero en vez de haber organizado más días como aquel mejorados por la experiencia, sólo se le han regalado (de momento) más de 300 días en los que han ganado los opresores.

Hay que hablar claro, como no lo hace la mayoría de la CUP: sin lucha contundente que exige grandes esfuerzos, no es posible derrotar al fascismo. No necesitamos una “primavera catalana” que se marchite en dos días ni autoengaños constantes en los que se apela al rescate de la Europa que ni se opuso a la brutalidad para impedir el referéndum. Necesitamos más 1 de Octubre mejorados. Necesitamos que no se llame a dejarnos abrir la cabeza criminalizando la legítima autodefensa y pasar por encima de los partidos. La vía electoral está agotada, la república no se hará efectiva desde las instituciones, la única posibilidad está en las calles con el pueblo bien organizado y dispuesto a sacrificarse. El movimiento no puede estar dirigido por la burguesía vacilante que a la hora de la verdad retrocede. Vender revoluciones de sonrisas es más fácil y te lo compra más gente, pero sólo lleva a la sumisión indigna que nos aleja de la república.