martes, 25 de junio de 2019

LAS MARCHAS DE LA DIGNIDAD DE 2014


En 2014, una gran parte de las numerosas protestas y luchas que llevaban dándose desde la agudización de la crisis capitalista, desembocaron en una gran manifestación en Madrid llamada “Marchas de la dignidad” a la que acudieron cerca de un millón de personas de todo el Estado. Luchas laborales, estudiantiles, antirrepresivas, por la vivienda, etc, se unían para reivindicar derechos y libertades fundamentales. Una buena y necesaria iniciativa que quedaba bastante anulada al estar dirigida en gran parte por los oportunistas de la “izquierda” domesticada, buitres en busca de votos y no de una revolución que de verdad conquiste todas estas demandas, que por otra parte se quedaban cortas.

En aquella época las calles cada vez estaban más calientes y la rabia empezaba a palparse de verdad en numerosos escraches, luchas combativas como la de los mineros, Gamonal o Can Vies, disturbios en huelgas, etc. Las condiciones objetivas eran (y son) insoportables para la mayoría y parte de esta salíamos a las calles a oponer resistencia. Una situación que al régimen se le empezaba a ir de las manos y que ni siquiera podían frenar con el aumento de la represión, que en numerosas ocasiones se les volvía en contra. Aquella tarde-noche de las Marchas, volvió a quedar demostrado cuando la policía intentó desalojar las calles vulnerando el supuesto derecho de manifestación con su tradicional brutalidad. Miles de jóvenes, desobedeciendo las vergonzosas instrucciones de algunos de los organizadores que llamaban, como siempre, a acatar el injusto desalojo y volver a casa sumisos, se enfrentaron a los cuerpos represivos ejerciendo la legítima autodefensa ante su violencia. La policía se vio desbordada perdiendo el control durante un rato y como no suele ser habitual, los manifestantes no fueron los únicos heridos. Aquel día la rabia estalló y los golpes diarios del Estado en forma de explotación, paro, desahucios, recortes criminales en sanidad, etc, tuvieron una respuesta firme por más que muchos organizadores legalistas trataran de impedirlo.

Aquella noche, ya con las calles desalojadas a base de sangre, los tertulianos, políticos y cuerpos represivos del régimen, daban muestras de su enorme preocupación allí donde hablaban. Conscientes de que un pueblo enfurecido dispuesto a defenderse, es un enorme peligro para la tranquilidad con la que ejercen su poder tirano. Conscientes de que la situación empezaba a ir masivamente más allá de los cauces institucionales controlados y perfectamente diseñados para que sean imposibles los cambios profundos desde estos, sobre todo sabiendo que si la cosa iba a más como todo parecía apuntar, entonces el miedo sí cambiaría de bando de una vez. A la vez, los líderes de la “izquierda” del régimen como Julio Anguita, condenaban la autodefensa y este canalla decía literalmente que había que entregar a la policía a quienes fueran más allá del inofensivo respeto a la legalidad opresora. Muy pocos días antes había sido fundado Podemos, que poco después de estallidos como el de las Marchas de la dignidad, fue aupado por los grandes medios con el claro objetivo, como ambos han reconocido, de calmar las calles. Sólo los más manipuladores o ignorantes pueden negar semejante obviedad probada. Las declaraciones de un pez gordo de los mercenarios “periodistas” del régimen, Iñaki Gabilondo, lo resumen muy bien:

"Si el crecimiento espectacular de Podemos refleja la magnitud de la ira ciudadana, ¿se imaginan esa ira ciudadana sin Podemos?, ¿se la imaginan descontrolada y suelta?, ¿se la imaginan en las calles? Los que ningunean a Podemos deberían valorar su contribución al encauzamiento de esa indignación en los márgenes de la democracia y reconocer el talento de sus dirigentes."

Pues sí, nos la imaginamos y no como algo malo como apunta este ricachón a costa de perpetuar a un Estado antidemocrático, putrefacto y terrorista. Nos imaginamos cómo se hubiera desarrollado una situación cada vez más descontrolada para el Estado con la rabia en aumento y con el nivel de vida cayendo en picado, con otro empeoramiento de la crisis capitalista que en breve volverá a golpearnos con fuerza como anuncian los propios economistas de la burguesía. Nos encontraríamos, probablemente, con una combatividad como la de los chalecos amarillos, que sin partido comunista dirigente no puede conducir a la toma del poder por parte de la clase obrera, aunque sí crea las condiciones para que un día sea posible y puede conquistar mejoras. Pero esa situación lograron evitarla porque a diferencia de Francia, aquí quienes la frenan tienen más influencia. Como también reconocía la cabeza de lista de Podemos en Canarias Noemí Santana: “Podemos ha frenado estallidos sociales”. Podría poner incontables ejemplos asquerosos más como el del estafador P. Iglesias saliendo fuera del Congreso pidiendo calma a los pensionistas hartos que saltaban el cordón policial y lanzaban vallas. Qué fácil es pedir calma desde la mansión y el sueldazo, a ancianos con pensiones de miseria que tras trabajar duro toda la vida, no pueden ni envejecer dignamente. El daño que han hecho al movimiento revolucionario lo estamos pagando caro y lo vamos a pagar caro muchos años, por más que estén perdiendo muchísimo apoyo. Han atrasado numerosas revueltas y frenado luchas que permitirían que no tuvieran tan fácil dejarnos cada día con menos y encarcelarnos por protestar.

A partir del 2014 y tras fuertes estallidos como el de las Marchas, el régimen volvió a controlar por un tiempo la situación a base de represión y aupar a Podemos, haciendo gala de una gran inteligencia de la que hablaba en mi anterior artículo en este blog. Todos estos años de “calma” en las calles con honrosas excepciones, no serán en vano, pues de la experiencia se aprende. Pero cada año que se retrasa la imprescindible y urgente revolución, hay muchas miles de víctimas que ya no se podrán salvar. Por eso quienes blanquean a los culpables a sabiendas de lo que hacen, retrasándola así como cuando condenan los métodos de lucha que escapan a su control, están realizando una labor criminal por la que tendrán que rendir cuentas un día. Aquella jornada de las Marchas pareció el día en el que todo se detenía en vez de avanzar, pero la próxima vez ya no habrá podemitas ni demás vendedores de humo que logren frenar el avance de la ira popular ansiosa por echar a los opresores y conquistar vidas dignas.