En
2014, una gran parte de las numerosas protestas y luchas que llevaban dándose
desde la agudización de la crisis capitalista, desembocaron en una gran
manifestación en Madrid llamada “Marchas de la dignidad” a la que acudieron cerca
de un millón de personas de todo el Estado. Luchas laborales, estudiantiles,
antirrepresivas, por la vivienda, etc, se unían para reivindicar derechos y
libertades fundamentales. Una buena y necesaria iniciativa que quedaba bastante
anulada al estar dirigida en gran parte por los oportunistas de la “izquierda”
domesticada, buitres en busca de votos y no de una revolución que de verdad
conquiste todas estas demandas, que por otra parte se quedaban cortas.
En
aquella época las calles cada vez estaban más calientes y la rabia empezaba a
palparse de verdad en numerosos escraches, luchas combativas como la de los
mineros, Gamonal o Can Vies, disturbios en huelgas, etc. Las condiciones
objetivas eran (y son) insoportables para la mayoría y parte de esta salíamos a
las calles a oponer resistencia. Una situación que al régimen se le empezaba a
ir de las manos y que ni siquiera podían frenar con el aumento de la represión,
que en numerosas ocasiones se les volvía en contra. Aquella tarde-noche de las
Marchas, volvió a quedar demostrado cuando la policía intentó
desalojar las calles vulnerando el supuesto derecho de manifestación con su
tradicional brutalidad. Miles de jóvenes, desobedeciendo las vergonzosas
instrucciones de algunos de los organizadores que llamaban, como siempre, a
acatar el injusto desalojo y volver a casa sumisos, se enfrentaron a los
cuerpos represivos ejerciendo la legítima autodefensa ante su violencia. La
policía se vio desbordada perdiendo el control durante un rato y como no suele
ser habitual, los manifestantes no fueron los únicos heridos. Aquel día la
rabia estalló y los golpes diarios del Estado en forma de explotación, paro,
desahucios, recortes criminales en sanidad, etc, tuvieron una respuesta firme
por más que muchos organizadores legalistas trataran de impedirlo.
Aquella
noche, ya con las calles desalojadas a base de sangre, los tertulianos,
políticos y cuerpos represivos del régimen, daban muestras de su enorme
preocupación allí donde hablaban. Conscientes de que un pueblo enfurecido
dispuesto a defenderse, es un enorme peligro para la tranquilidad con la que
ejercen su poder tirano. Conscientes de que la situación empezaba a ir masivamente más allá de los cauces institucionales controlados y perfectamente diseñados para que sean imposibles los cambios profundos desde estos, sobre todo sabiendo que si la cosa iba a más como todo parecía apuntar, entonces el miedo sí cambiaría de bando de una vez. A la vez, los líderes de la “izquierda” del régimen
como Julio Anguita, condenaban la autodefensa y este canalla decía literalmente
que había que entregar a la policía a quienes fueran más allá del inofensivo
respeto a la legalidad opresora. Muy pocos días antes había sido fundado
Podemos, que poco después de estallidos como el de las Marchas de la dignidad, fue
aupado por los grandes medios con el claro objetivo, como ambos han reconocido,
de calmar las calles. Sólo los más manipuladores o ignorantes pueden negar
semejante obviedad probada. Las declaraciones de un pez gordo de los
mercenarios “periodistas” del régimen, Iñaki Gabilondo, lo resumen muy bien:
"Si el crecimiento espectacular de Podemos
refleja la magnitud de la ira ciudadana, ¿se imaginan esa ira ciudadana sin
Podemos?, ¿se la imaginan descontrolada y suelta?, ¿se la imaginan en las
calles? Los que ningunean a Podemos deberían valorar su contribución al
encauzamiento de esa indignación en los márgenes de la democracia y reconocer
el talento de sus dirigentes."
Pues sí, nos la imaginamos y no como algo malo
como apunta este ricachón a costa de perpetuar a un Estado antidemocrático,
putrefacto y terrorista. Nos imaginamos cómo se hubiera desarrollado una
situación cada vez más descontrolada para el Estado con la rabia en aumento y con
el nivel de vida cayendo en picado, con otro empeoramiento de la crisis
capitalista que en breve volverá a golpearnos con fuerza como anuncian los
propios economistas de la burguesía. Nos encontraríamos, probablemente, con una combatividad como la de los chalecos amarillos, que sin partido comunista dirigente no puede conducir a la toma del poder por parte de la clase obrera, aunque sí crea las condiciones para que un día sea posible y puede conquistar mejoras. Pero esa situación lograron evitarla porque a diferencia de Francia, aquí quienes la frenan tienen más influencia. Como también reconocía la cabeza de
lista de Podemos en Canarias Noemí Santana: “Podemos ha frenado estallidos
sociales”. Podría poner incontables ejemplos asquerosos más como el del
estafador P. Iglesias saliendo fuera del Congreso pidiendo calma a los
pensionistas hartos que saltaban el cordón policial y lanzaban vallas. Qué
fácil es pedir calma desde la mansión y el sueldazo, a ancianos con pensiones
de miseria que tras trabajar duro toda la vida, no pueden ni envejecer
dignamente. El daño que han hecho al movimiento revolucionario lo estamos
pagando caro y lo vamos a pagar caro muchos años, por más que estén perdiendo
muchísimo apoyo. Han atrasado numerosas revueltas y frenado luchas que
permitirían que no tuvieran tan fácil dejarnos cada día con menos y
encarcelarnos por protestar.
A partir del 2014 y tras fuertes estallidos
como el de las Marchas, el régimen volvió a controlar por un tiempo la
situación a base de represión y aupar a Podemos, haciendo gala de una gran
inteligencia de la que hablaba en mi anterior artículo en este blog. Todos
estos años de “calma” en las calles con honrosas excepciones, no serán en vano,
pues de la experiencia se aprende. Pero cada año que se retrasa la
imprescindible y urgente revolución, hay muchas miles de víctimas que ya no se
podrán salvar. Por eso quienes blanquean a los culpables a sabiendas de lo que
hacen, retrasándola así como cuando condenan los métodos de lucha que escapan a
su control, están realizando una labor criminal por la que tendrán que rendir
cuentas un día. Aquella jornada de las Marchas pareció el día en el que todo se
detenía en vez de avanzar, pero la próxima vez ya no habrá podemitas ni demás
vendedores de humo que logren frenar el avance de la ira popular ansiosa por echar a los opresores y conquistar vidas dignas.