Tanto el derrotismo como el triunfalismo son errores que
frenan el avance del movimiento revolucionario. El primero se encarga de
contagiarlo el sistema y el segundo parte del subjetivismo de quienes confunden
los deseos con la realidad. Ambos se parecen en que muchos se aferran a estos
como excusa para no actuar, ya que el derrotismo no cree en el cambio y el
triunfalismo no cree que haya que hacer esfuerzos para conquistarlo. El
triunfalismo suele llevar al derrotismo, porque al no conquistarse el cambio a
corto plazo como se esperaba, se cae en la desgana. Casi todos hemos caído en
estas desviaciones, sobre todo al empezar, pero si no se corrigen acaban
llevando a la inacción que retrasa la Revolución.
Desde pequeños nos “educan” para que interioricemos que las
cosas son así porque tienen que serlo y que no pueden ser cambiadas. Como si
fuera inevitable que unos pocos acumulen millones en el banco y tantos no
tengan ni un plato de comida asegurado. Lo lógico sería que nos educaran para
conquistar un mundo justo y por lo tanto poner fin a estas desigualdades
abismales, pero la educación la controla la burguesía y es muy cruel, pero no
suicida, pues para terminar con estas desigualdades hay que acabar con su
poder. Al ser manipulados de esta forma,
se acaba creyendo que el cambio es imposible. Si uno cree que el cambio es
imposible no va a luchar por cambiar las cosas, pues sería perder el tiempo.
Sin embargo basta echar un ojo a la historia para ver cuántas cosas han
cambiado en un solo siglo, no tiene sentido ver la realidad como una foto fija
que no puede ser transformada. Por eso la burguesía no nos enseña el
materialismo dialéctico del que parte el marxismo y nos vende que su poder será
eterno, que no hay alternativa posible y que esto funciona así porque sí y
punto.
Tras tantos años de manipulación machacando constantemente
nuestras mentes, han logrado que hasta muchos que ponen en duda su sistema
genocida basado en la tiranía del capital, no crean que sea posible ponerle
fin. Claro que también es porque dentro de esa educación, se incluye una
poderosa campaña anticomunista que oculta que ya se ha conquistado en la
historia un sistema que asegura una vida digna a toda la clase trabajadora: el
Socialismo. Por eso son tan comunes expresiones como “el ser humano es malo por
naturaleza”, “la humanidad es una causa perdida” o “el mundo se va a la mierda
y no podemos hacer nada”. Si hubieran pensado así quienes hace no tantos siglos
eran quemados por asegurar que la Tierra no era plana, seguiríamos en esas. Si
hubieran pensado así quienes lucharon a sangre y fuego por una jornada laboral
de 8 horas, ningún trabajador hubiera mejorado sus condiciones. Hoy, gracias al
derrotismo imperante por la influencia de la ideología burguesa, lo raro es
trabajar “sólo” 8 horas y qué decir de la miseria que se cobra por esas
jornadas. Por eso cada vez nos quitan más sin resistencia, porque ha calado lo
de “esto es una mierda pero es lo que hay”. No es casualidad que justo antes
del día del trabajador, dieran por la televisión pública un documental más
manipulado que la versión oficial del 11 S, sobre la supuesta derrota del PCE
(r) y de los GRAPO. Precisamente porque quieren transmitir que quienes han
intentado cambiar esto están derrotados y que no queda otra que caer en el
derrotismo y aceptar esta dictadura cada día más enemiga de los intereses de la
inmensa mayoría.
No hace falta irse muy lejos en la historia para ver cómo
implicándose, sí se conquistan derechos y pequeñas victorias. De haber caído en
el derrotismo, hoy aún más miles de familias estarían desahuciadas, por
ejemplo. El derrotismo cae en el cortoplacismo: como las grandes victorias no
son cosa de dos días y poco esfuerzo, sino que requieren constancia y
sacrificio, no merece la pena pelear por algo tan lejano. Olvidando o queriendo
olvidar que precisamente es el pasotismo lo que lo aleja aún más. Es fácil caer
en el derrotismo si sólo intentamos ver la lejana meta y no nos centramos en
los pequeños pasos que nos acercan a esta. Si quien va a escalar el Everest
quiere ver cercana la cima en los primeros pasos y se desmoraliza ante todos
los que quedan, lo lleva crudo. Quienes hemos superado ese derrotismo, hemos de
contagiar la fuerza y la fe (que no es ciega como la de la religión) a quienes
se dejan arrastrar por este haciéndole sin querer un gran favor a los
opresores.
Además, el derrotismo aún es más absurdo en estos tiempos en
los que su sistema está en crisis y millones de personas están empezando a
tomar una mínima conciencia. Ello debe motivarnos para acelerar esa toma de
conciencia, pero como decía Olarieta: siempre están los que se excusan en los
que no hacen para justificar su inacción.
El triunfalismo también suele llevar a la inacción dando por
hecho que bastarán las condiciones objetivas para que la Revolución entre por
la ventana y el capitalismo sea enterrado. Por esa regla de tres en los países
más jodidos estarían haciendo revoluciones y sin embargo en muchos de ellos no
hay ni la más mínima resistencia. Como el derrotismo, es una posición cómoda
que huye del esfuerzo y compromiso que implica la militancia revolucionaria. Es
fácil caer en el subjetivismo cuando uno sólo se mueve entre quienes piensan
igual, pero basta acudir a los frentes de masas o romper con el sectarismo para
darse cuenta de que el nivel de conciencia de las masas no está al borde de la
Revolución. Pero eso no puede llevarnos tampoco al derrotismo, sino todo lo
contrario: debe ser motivación para hacer muchas más cosas que eleven su nivel
de conciencia.
Ni la Revolución es imposible como repite la propaganda
burguesa para que no luchemos, ni tampoco puede organizarse rápido y con poco
esfuerzo. Ni derrotismo ni triunfalismo, trabajo revolucionario y más trabajo constante,
hoy que cada vez más personas simpatizan con la causa pero muy pocas militamos.
Si tenemos conciencia sabemos que hemos de actuar, no nos excusemos en el resto
para quedarnos de brazos cruzados. Está en nuestras manos adelantar la urgente
Revolución, millones de vidas dependen de ello.