Desgraciadamente el título no es una exageración, es
literal. Cada año más de 600 trabajadores mueren por falta de seguridad en el
trabajo, víctimas del terrorismo patronal que se hace rico a costa de la
explotación que ni siquiera garantiza que no vas a morir al acudir a tu puesto
de trabajo. Iba a decir que no vas a perder la vida, pero la vida sí se pierde
en trabajos de mierda con sueldos miserables. Cada año aumentan los “accidentes
laborales” mientras nos venden que los avances tecnológicos facilitan nuestra
seguridad. Este aumento no puede entenderse sin los millones de parados, pues
muchos nos vemos obligados a aceptar trabajos en lamentables condiciones y se
aprovechan del miedo al paro para que se acepte cualquier cosa y haya miedo a
protestar para no perder el trabajo, aunque ello suponga poder morir. Al Estado
no le importan estas muertes, para esos psicópatas sólo somos cifras. Los
responsables de estos asesinatos nunca pagan por ello, inspección de trabajo
hace la vista gorda y carpetazo al asunto. Es un genocidio silenciado. Los
detenidos y condenados somos quienes luchamos por el derecho a un trabajo
digno, así con todo.
A esos asesinatos hay que sumar todos los trabajadores y
parados que son empujados al suicidio por haber sido sometidos a la peor
desesperación: la de no tener ni una vivienda asegurada, por ejemplo. En el
Estado español cada año se suicidan más de 3.000 personas según cifras
oficiales, probablemente recortadas, la mayoría por problemas económicos. Hay
quienes con un cinismo insoportable asegurarán que se suicidan porque quieren,
como si uno tuviera la culpa de sufrir una profunda depresión por no tener ni
los derechos básicos garantizados. Evidentemente no se hubieran suicidado si
hubieran podido disfrutar de una vida plena sin la guadaña de la miseria. Otras
cifras que se ocultan, no fuera que la farsa del “Estado del bienestar” fuera
más cuestionada.
Por si fuera poco, también hay que sumar los asesinados por
la conocida como “pobreza energética”, que no es otra cosa que pobreza y punto.
Pero estos capitalistas se las saben todas para dividirnos a los pobres e
intentar vendernos que sólo es pobre de verdad el que muere de hambre. Cuando
uno ha de escoger entre comer o calentarse y tiene que iluminar el piso con
velas, está en la absoluta miseria. 7.000 personas mueren cada año como
consecuencia de la falta de luz, calefacción, etc. Los incendios y las
enfermedades provocadas por el frío, se ceban especialmente con los bebés y ancianos.
Hay muchos casos silenciados como el de cuatro hermanos de entre 4 y 12 años de
Vendrell, que murieron quemados por tener que calentarse con fuego. Los medios
no lo llaman terrorismo y la izquierda domesticada tampoco, está muy ocupada
condenando los disturbios en manifestaciones anticapitalistas.
Hasta ONG’s que forman parte del sistema, se han alarmado
por los millones de niños que ni siquiera pueden comer bien en este Estado. No
son pocos los profesores que han denunciado que hay niños que se marean a
menudo en la escuela por ir sin comer. La desnutrición infantil y los problemas
que esta acarrea de por vida, las familias que buscan comida en contendores y
que en ocasiones se han intoxicado, las ancianas que con pensiones de miseria
no pueden ni alimentarse como es debido…También restan años de esperanza de
vida, merman la calidad de esta y ocasionan muertes evitables.
Los recortes en sanidad son otra de las múltiples formas con
las que asesinan. ¿Cuántas personas se hubieran salvado con una atención mejor?
Son de sobras conocidas las fotografías de camillas apiladas en los pasillos de
hospitales públicos y las quejas de miles de pacientes a los que les han hecho
pagar hasta el agua o los han enviado a casa aunque no estuvieran en
condiciones. ¿Cuántas personas han muerto esperando una operación urgente? Hace
pocos días moría otra mujer que llevaba 5 años esperando una operación. Ayer
moría una niña de 8 años tras horas esperando una ambulancia, porque mientras
invierten miles de millones en represión o en un ejército imperialista, ni
siquiera pueden asegurar un servicio digno de ambulancias. Esa es la libertad
del capitalismo: que tu hija muera por no tener una ambulancia disponible en
horas. Nos podría haber pasado a cualquiera de nosotros o de los nuestros. Nos
están asesinando y desgraciadamente, podría poner muchos otros ejemplos que
suman miles de muertos más: personas que mueren por dormir en la calle,
víctimas de violencia policial como Iñigo Cabacas o los 15 inmigrantes del
Tarajal, revolucionarias y presos comunes exterminados en prisión sin
asistencia médica, víctimas de las invasiones imperialistas en las que
participa el Estado español, víctimas de la violencia machista, del nazismo y de las drogas, etc. Ya decía el Che que “el
capitalismo es el genocida más respetado del mundo”. Como poco, debemos llamar
a las cosas por su nombre: estamos gobernados por genocidas que cuentan con
numerosos cómplices bien pagados y policías, jueces y fiscales que los protegen.
Con Franco, como asesinaban fusilando o con garrote vil,
hasta los progres legitimaban la resistencia armada ante sus asesinatos. ¿Acaso
ahora no asesinan? Las miles y miles de asesinadas citadas anteriormente
demuestran que el genocidio sigue aunque en la mayoría de casos no sea a tiros.
Ante semejante terrorismo de Estado, ante tamaña barbarie que aún nos
escandaliza a pocos, toda lucha es legítima. La magnitud de su violencia no
puede calcularse con cifras porque además, somos más que cifras. A un asesino
en serie no se le combate con moderación, que también recordaba Ernesto Guevara
que implica traición. Para derrotar a estos genocidas en serie, harán falta más
que palabras. Esto es una guerra de clases y nos están matando, pero no tienen
ni la decencia de dejar que nos alegremos si hay una respuesta a sus crímenes y
por unos instantes, es su clase la que cuenta con bajas. Nos están matando,
mañana puede tocarnos a nosotros o a uno de los nuestros y como decía Malcolm
X: “En cuanto a la no violencia, es criminal enseñar a una persona a no
defenderse cuando es víctima de ataques brutales. Ni siquiera lo llamo
violencia cuando se trata de autodefensa, yo lo llamo inteligencia”. Si de
verdad interiorizamos que si nos tocan a uno, nos tocan a todos, cuando
asesinen a compañeras de clase, sentiremos que nos están asesinando.